miércoles, 3 de octubre de 2007

La guerra de Flores.

Muchos dicen que en realidad él sigue aquí, que desde su escritorio se encarga de escribir las cartas que después entrega a los niños, quienes se encargan de hacerlas aparecer de las maneras mas extrañas posibles, tiene sentido, las cartas siempre tienen una entrada espectacular, los niños tienen mucha imaginación… y por alguna razón, confían en él.


Tiempo atrás, cuando todavía eras muy pequeño, sucedieron cosas de las que no me siento orgulloso, me siento apenado, un poco preocupado todavía, me gustaba pasear por las calles de mi ciudad, me encantaba recorrer las avenidas y callejones retando a todos a una pelea, había grandes contrincantes, hubo peleas que no pensé ganaría, hubo algunas, de las que nadie sabe, pero podría decirse que perdí.

En aquellos tiempos, dije a mis seguidores: “el triunfo de un hombre, es la derrota de otro” cosa que no creo hayan entendido completamente, por que eran bien malos y siempre perdían todas sus canicas, yo por eso, prefería los golpes.

Siempre tuve la bonita costumbre de golpearlos solamente en la cara, de esta manera podrían portar orgullosos la marca de nuestra pelea, serían respetados y admirados por todos, al ser verdaderos hombres y aceptar el duelo con toda la integridad; es dicho que muchos de estos rivales míos consiguieron mejores puestos, respeto de quien no lo tenían y algunos incluso dejaron de tener dudas acerca de su inteligencia. Siempre me he considerado una persona noble y que se preocupa por el prójimo, por eso cuando usaba tubos o maderos para golpearlos solo lo hacia en la parte blanda de los cachetes.

Pero nunca tuve un rival como aquel que esta tarde, sin quererlo y sin saberlo me retó, las calles de Ciudad Chiquita son más peligrosas que las de mi ciudad, la gente es buena, pacifica, amable y muy, pero muy reprimida, así que cuando tienen la mas mínima oportunidad de una pelea, lo explotan al máximo, se preparan con todo entusiasmo, golpean sacos de arena y algunos gatos y efervecen de alegría ante la sola idea de la pelea, nunca había peleado con una mujer, mucho menos me había retado una… con tanta arrogancia tomo mi desafío y lo hizo suyo, aun no tengo claro como lo hizo, pero lo hizo, al terminar de presentar nuestros motivos me sentía intimidado, me sentía retado y cuestionado, me sentía, por primera vez desde que empecé mi viaje, solo, muy solo.

La pelea no duro mas de 3 minutos, con una palmada en la espalda y ese aroma de su cabello me dejó congelado, petrificado, durante 30 minutos mas, después de su partida y la de algunos curiosos que se detuvieron a observar, estuve ahí parado, estático, humillado…con la sonrisa mas grande que he tenido jamás.

Desde entonces, me he preocupado solo por buscar mi revancha, me preparo arduamente día y tarde (por que las noches las reservo para volar) para ser mejor, para encontrar esta chica, preguntarle su nombre, platicar con ella un poco, demostrarle que no soy nada tímido, que no es tan fácil vencerme, que soy un guerrero, que su cabello lacio, aromático y negro no podrá conmigo otra vez…será un buen momento, hablaremos, reiremos y tal vez, si no nos llega la noche, podamos correr un poco en la lluvia…lo pasaremos tan bien.

Luego haré mi movimiento final, será un ramo enorme…jaja, no podrá contra mi.

Ven y dime todas esas cosas, invítame a sentarme junto a ti…